1/03/2009

Centros Culturales: orígenes y esperanzas


Por Javiera Ramos
Una angosta e imperturbable calle se asoma por la esquina de Maipú con Av. Portales. Son poco más de las 4 de la tarde y, con soltura, y pienso en los orígenes y esperanzas de tanto trabajo. Hoy en día todo se construye en base a algo, tangible o no, pero en algo al fin y al cabo. Letras, cuadros, danza, obras, papel, canto, pensamiento: todo. Y mientras pienso en ello, converso conmigo y me pregunto qué construiré.
Hace calor, pero ya voy llegando. Sergio Fuenzalida, director de El Sindicato Social y Cultural me recibe amable, sentado y aferrado a su taza de café. Hablamos de los casi cinco años de aquel lugar que nos convoca y que escucha en ese momento nuestras palabras. “El arte se comparte, no se arrienda ni se vende”, me dice.
Yo entiendo. Una señora, justamente en ese instante, se asoma por la puerta: viene a preguntar por el preuniversitario popular que ellos imparten. “Ella también construye los espacios”, agrega.
Allí hay espacio para todo lo no tradicional, para la clase trabajadora. Se trata del trabajo en conjunto: niños, dueñas de casa, profesionales, obreros, los jóvenes y los no tanto, articulando un espacio desde lo sindical a lo urbano. Entonces comprendo los procesos y la creación de la cultura como algo sublime. “Es algo que va más allá de seducir; es encantar, compartir un lenguaje”, analiza Gabriela, presidenta de
Casa Danza, algunas horas más tarde.
Los de la Casa plantean problematizar la danza, llevarla a la calle, resignificar un arte que ha sido históricamente elitista. Llevan cinco años construyendo y otros tres ocupando los espacios públicos de las calles santiaguinas. Sus fuerzas y anhelos confluyen en la democratización de las artes, “haciendo calle”, fortaleciendo el vínculo conexo entre el artista y el que observando hace arte.
Daniel, encargado de Taller La Casona, me habla de la “globalización cultural”. Al impartir sus talleres artísticos, plásticos, visuales, literarios y teatrales, cimienta raíces socioculturales que, de un giro, producen redes sociales con un único objetivo: entregar recursos al que no tiene. Cuando me despide, en la puerta del Taller, esa frase queda rondando en mi cabeza.
Ya es un poco tarde, estoy cansada. Pienso en la utopía de las esperanzas mientras camino, en las ganas que tengo de sentarme en una plaza y ver bailar y cantar y reír y llorar a tanta gente. Tengo hambre. Una señora en la esquina de San Isidro vende sopaipillas. Le compro una, y mientras la saboreo siento esas esperanzas como si fueran mías, y la trago con la misma ansiedad que tengo de ver arte en las calles de todo mi país…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicitaciones a kallecitas!!!!!!

por este nuevo mes en que salen adelante con una edicion de gran calidad, no solo en terminos graficos sino en calidad de contenido.

conoz co alos relaizadores y se que todo lo hacen con un grna esfuerzo personal, incluso economico, asi que quienes tengan recursos apuesten por estos medios emergentes, no s evan a arepentir.

saludos cordiales y visiten el diario para la descentralizacion www.regionve.cl